El lado bueno de comer mierda
Esas ganas por lograr una vida perfecta, nos impide ver más allá del dolor y apreciar todo lo bueno que hay dentro de lo que hemos etiquetado como malo.

Publicado en junio de 2017
Mi sobrina me insistía en que ese emoticón no era un pedazo de caca sino un helado de chocolate que se había liberado por fin de un cucurucho opresor y que por eso estaba tan feliz.
Yo solo la escuchaba mientras ella inventaba con una impresionante rapidez algunas historias alrededor de aquella imagen, y al mismo tiempo me preguntaba, en que momento de la vida fue que empezamos a volvernos adultos, pero de esos adultos jartos llenos de quejas y neurosis, como cicatrices andantes que en cierta parte del camino nos bajamos a la estación de la malparidez y renunciamos a esa habilidad que nos permite apreciar grandes posibilidades hasta en escenarios que en apariencia son un desastre y que vistos desde un contexto pesimista se etiquetarían como situaciones de mierda.
Le pedí a mi sobrina que me prestara sus anteojos mágicos, es decir, intenté poner en práctica durante los siguientes días “la teoría del lado bueno de comer mierda”, que así la frase suene chistosa o grotesca por lo de las heces fecales, podría ser bastante útil en algunas experiencias difíciles.
Cuando terminas una relación romántica:
Das las gracias por lo bonito que viviste y por el tiempo que duró.
En vez de decir que te quedaste sola, piensa que ahora vas a tener espacio para reforzar tu independencia, para limpiarte y reinventarte.
Quizás no eras tan feliz, y que tanto tú como la otra persona se libraron de una relación que ya no funcionaba.
Ya tienes más claro lo que deseas y lo que no deseas en una relación de pareja.
Experimentas la importancia de soltar, de dejar ir y entiendes que la vida es eso que pasa mientras te aferras inútilmente a la nostalgia.
Si la persona la embarró, entonces para una próxima ocasión tú sabrás escoger mejor a tu siguiente pareja (eso espero). Si por el contrario tú fuiste quien se portó mal, entonces ya habrás entendido lo que no debes hacer (eso espero).
Cuando pierdes tu trabajo:
Las señales fueron clarísimas, ya habías cumplido tu ciclo en la empresa.
Tus jefes o algunos de tus compañeros ya te tenían al borde de un ataque de nervios y ya no les tendrás que ver la cara.
Comprendes que también cometiste errores y que tu motivación se había desvanecido, así que no fuiste precisamente una empleada modelo.
Quizás las circunstancias te están diciendo que ya es tiempo de seguir tus sueños y de empezar a _________ (llena el espacio en blanco con cualquiera de estas palabras: emprender, viajar, escribir, ascender, etc.)
Buscas un trabajo mejor remunerado, con mejor ambiente y que te genere mayores satisfacciones.
Aprendes a administrar con mayor inteligencia el dinero que tienes, mientras decides qué camino tomar.

Y así podemos hacer el ejercicio de ver lo mejor en diferentes contextos.
Cuando te enfermas:
A lo mejor padeciste de fuertes dolores y tuviste que practicarte muchos exámenes médicos, o estar varios días en la clínica, sin embargo, te das cuenta que es la oportunidad perfecta para mejorar tu estilo de vida, de bajarle al acelere y cuidarte un poco más. Ya eres consciente de que tu cuerpo te avisa cuando algo no anda bien y que debes prestarle atención a tus hábitos alimenticios, o al manejo de tus emociones y del estrés.
Cuando pierdes algo muy preciado:
El perder te recuerda que nada es para siempre y que la transitoriedad está presente en todo lo que nos rodea, porque todo cambia, desde los pensamientos, los sentimientos, la salud, las personas, la situación laboral, las finanzas, etc. Así que la clave está en disfrutar de las cosas pero entendiendo su naturaleza pasajera. (No pues, facilísimo).
Cuando alguien que aprecias traiciona tu confianza:
Quizás te estafaron, hablaron mal de ti, o te pusieron los cachos, en resumen te pegaron una puñalada trapera; pero te diste cuenta que era necesario dicho suceso para que pudieras ver con tus propios ojos que esta persona no era digna de tu confianza, piensa que todo se confabuló y la causalidad te hizo el favor de quitarte del camino a quien no te convenía.
Cuando fallece un ser querido:
Valoras todos los momentos que viviste con esa persona, la recuerdas como se merece, haces una oración en su nombre, te despides de manera bonita, vives tu duelo; pero sabes que el mundo seguirá moviéndose. De allí en adelante empiezas a expresarles con mayor frecuencia el cariño que le tienes a familiares y amigos, porque nunca hay certeza de cuándo será la última vez que disfrutes de su compañía.
Cuando las cosas no se dan:
Haz tenido un sueño y luchas por alcanzarlo, pero las vainas no se materializaron y todos los obstáculos habidos y por haber surgieron. Entonces recuerdas que en cada caso de éxito, hay detrás muchas historias de fracasos, muchas puertas cerradas y muchos NO. Y esto solo significa que debes entender el porqué de la situación, o cambiar de estrategia, que si las cosas no resultaron fue por algo; quizás no era el tiempo y no estabas lista. Que pongas en pausa tu sueño, no significa que vas a renunciar a él.
A nadie le gusta sufrir, de una forma u otra, siempre intentamos alejarnos de la aflicción y buscamos con deseo aquella felicidad tan anhelada. Esas ganas por lograr una vida perfecta, nos impide ver más allá del dolor y apreciar todo lo bueno que hay dentro de lo que hemos etiquetado como malo.
Sí, es cierto, comiste mierda, pero también aprendiste.
Y cuando aprendes es como si la caca se transformara en abono y ese abono no es otra cosa que experiencia, como si reciclaras de la basura aquella materia prima que te sirve para seguir adelante. Y es que a veces el problema no es del problema, ni de lo dura que puede ser la existencia, sino de la manera en como afrontamos esa situación, mientras la mayoría de la gente ve un emoji que parece popó, otras personas, como mi sobrina prefieren ver un helado de chocolate sonriente.
Valeria DeBotas