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Hoy la cita es conmigo misma

Por eso, hoy la cita es con la niña, con la pequeña que nadie defendió. Con la niña que a sus 9 años sintió que por su contextura física nadie iba a querer.

El dolor que se entrelaza con el tiempo, permanece, se vuelve irreversible, condiciona tus pasos, vomita en la cara a las palabras y a las personas que sanan, y sin reparos te consume como si fueras su droga favorita.


Hoy existe el tiempo que fue, el de ayer, el de hace 20 años y un poco más.


Hoy el tiempo de ayer me sigue doliendo, tal vez no como antes, pero ahí está, y aún me jode la existencia.


Es difícil desligarte y soltarte de algo que crees que te pertenece, porque, así como crees que te pertenecen tu celular, tus colores, tu ropa, tu vibrador, también está el dolor.


Nunca superé o quizás no dejé que la herida sanara. Es como tener una llaga que proteges tanto que no le das espacio para respirar y ahí se queda. Como si sanara, pero en falso.


Y entonces, cuando crees que por fin lo has superado por completo, llega alguien sin ningún derecho a lastimarla y romperla nuevamente, y es allí, cuando descubres que necesitas seguir ahí, como anclada al dolor, entendiéndolo, aprendiendo y aceptando que también tienes que dar de tu parte para suturar completamente esa vieja herida del pasado; esta vez dejando que respire, perdonando a quienes te lastimaron y sobre todo a ti misma por esconder tus verdaderas emociones, tu tristeza y tu dolor.


Por eso, hoy la cita es con la niña, con la pequeña que nadie defendió. Con la niña que a sus 9 años sintió que por su contextura física nadie iba a querer. Con aquella chiquilla de ojos verde claro y cabello rubio dorado a la que le decían Barrilito, Buchesito, a la que castigaban cuando quería un dulce. A la que nadie le enseñó que era más importante alimentar su autoestima y seguridad con palabras de amor y cariño hacia ella misma, antes que preocuparse por si se le salía un rollito o si sus piernas se veían más gruesas de lo que se consideraba “normal”.


Mi cita de hoy es con la niña que durante muchos años pensó y sintió que la delgadez representaba la plenitud de la existencia. Es con la niña que se escondió detrás de una coraza y rebeldía y entonces comía porque sí y también porque no, pero que jamás vomitó ni la comida ni las heridas.

Mi cita de hoy también es con la mujer a sus veintitantos, a la que por fortuna o por desgracia, le tocó aprender a quererse a la fuerza, porque nadie le enseñó pero que creció llevándose el dolor de su infancia ahí encapsulado.


Esa mujer a la que un día un viejo amor le dijo: ¡Quizás no se me paró porque estás gorda!, llevándose por delante y con toda la violencia su autoestima, como si sus inseguridades de machito se disfrazan de poder. A la que le robaron o se dejó robar su espacio personal porque no tenía ningún derecho de disfrutar la vida con alguien más que no fuera su viejo y desgraciado amor.


Mi cita de hoy también es con la mujer que amó demasiado y que entregó tanto que al final sintió que ya no tenía nada más para ofrecer y se volvió tan rígida y fría como una piedra.


Hoy la mujer que está justo al frente de ustedes les da las gracias por haber soportado tanto dolor y violencia, pero también les pide perdón por no haber enfrentado con más fuerza y seguridad aquellos momentos de envenenamiento mental y emocional.


Si el tiempo se pudiera detener volvería al pasado y las abrazaría tan fuerte susurrándoles al oído que NADA de lo que pasó fue culpa de ustedes. Que son más que un cuerpo, que no son responsables de haber amado tanto y salir lastimadas. Les pediría que no guarden rencor y que no almacenen tanta basura en su mente y corazón. Las honraría por ser tan bondadosas y sonrientes a pesar de todo.


Soy consciente de que el tiempo no se puede regresar. Lo único que se me ocurre en estos momentos es decirles que van a poder con todo y más, que van a ser mujeres increíbles, hermosas, merecedoras de una vida en abundancia, van a superar cualquier obstáculo, van a sanar su corazón.


Encontrarán la paz que tanto buscaron, van a darse cuenta de que cada proceso por duro que parezca es absolutamente necesario, que siempre tendrán la mano de Dios sujetándolas muy fuerte. Que van a ser escritoras, que van a encontrar personas maravillosas en el camino. Que van a aprender a bailar bajo la lluvia. Se darán cuenta de que un cuerpo sólo sostiene el alma y es el empaque de la inteligencia, la resiliencia, el amor, la alegría, las pasiones. Entenderán que sus cuerpos al igual que ustedes no son perfectos pero que sí están hechos a imagen y semejanza de Dios, y por si no lo saben, Dios es un papacito.


Les prometo que vivirán noches intensas, aprenderán incluso a disfrutar de su cuerpo y lo van a amar aún más por el placer de verlo frente al espejo y tocarlo.


No sé qué vaya a pasar más adelante, pero hoy me perdono y perdono a quienes en su momento me juzgaron, me lastimaron y me dejaron reducida a la más mínima expresión. Hoy por eso decido amarme, cuidarme, eliminar cada pensamiento que me limite. Hoy decido y prometo romper el cristal para alcanzarme. Hoy en especial prometo soltarme de todo, incluso del dolor.


Yadi Mendivelso

https://twitter.com/yadi_mendivelso


Yadi participó en nuestros talleres de escritura terapéutica. Tiene 32 años y es ingeniera química de profesión. Es amante del baile, los colores y la buena música. Encontró en la escritura una forma perfecta para liberar sus emociones y a sí misma.

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