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Ladrona de recuerdos

Guardo en un cajón los pedazos de corazón roto que fueron imposibles de pegar en anteriores procesos de restauración con la esperanza que algún día puedan ser reciclados.

Escrito en enero de 2016


Soy nostálgica empedernida y tengo por hobby disfrutar de los recuerdos como si fueran chocolates viejos que encuentras en una chaqueta que llevas tiempo sin usar, pero que no han perdido su sabor y aroma.


Guardo en un cajón los pedazos de corazón roto que fueron imposibles de pegar en anteriores procesos de restauración con la esperanza que algún día puedan ser reciclados. Los conservo sin ninguna pretensión morbosa, tal vez porque me ayudan a no olvidar las promesas de amor que hice conmigo misma.


Soy de naturaleza juguetona y a veces dejo llevar mi mente hacia los antojos sin cumplir y me gusta pensar en los lugares en los que ahora no estoy, con la esperanza de algún día pueda teletransportarme con solo chasquear mis dedos. Entonces suspiro por el olor a coco quemado, por el viento con sabor a sal, por el roce de la arena en mis pies descalzos y hasta llego a extrañar la loca algarabía que alguna vez odié.


Un día enmarqué la sonrisa de un ex, en un pequeño portarretrato de madera que está en mi mesa de noche. Y si, decidí robarme ese momento para llevar conmigo la felicidad que tuvimos alguna vez. Aunque su boca le pertenece a él, reclamé como mío ese gesto que fue causado por uno de mis chistes mal contados.


Beso por vicio, solo por el placer de la expectativa, de la piel erizada, de la respiración ansiosa y de los humores calientes. Beso porque me gusta coleccionar esos encuentros cortos que son el comienzo de grandes historias o el inminente final de un romance que no cuajó. Guardo las ganas para calentarme en las noches solitarias y lluviosas, para saborear despacio lo que tanto me gusta y que en mi mente no tiene limitaciones ni prejuicios. De vez en cuando intercambio mis fantasías con algún sibarita erótico que comparta mis deleites. Me gusta escribir sobre sexo pero reconozco que es más divertido practicarlo y aún más, rebobinarlo una y otra vez en mi sucia cabeza.


Juego con la tristeza pasada, así como un niño pequeño juega con la comida que no le gusta. A veces me afecta dicho sentimiento de pérdida y me saca alguna lágrima, sin embargo ya no le temo como antes y no me quita el sueño, por eso la utilizo como el motor para canalizar ciertos dolorcitos tenues que ahora se quedan pegados en mis letras y que por fortuna no son lo demasiado fuertes para traspasar a mi vida actual. Así mismo, suelo robarme las penas ajenas pues me recuerdan cosas viejas de mi misma y me gusta escribir sobre ellas como si escribiera sobre mí, porque todas alguna vez en la vida hemos sufrido por desamor y eso nos conecta a través de una solidaridad no tan secreta de pesares de antaño.



Valeria DeBotas

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