¿Nos volvimos esclavas de la liberación femenina?
Si bien, la presión de afuera es grande, y es mayor todavía esa presión que ejercemos sobre nosotras mismas.

Publicado en mayo de 2019
“Un día de estos voy a mandar todo al carajo y me largaré a Villa de Leyva a hacer pan sin gluten y muffins de banano orgánico” dijo Paulina, una amiga que se mamó de los vuelos a las 6:00 am, de las reuniones, del direccionamiento estratégico y de los compañeros de trabajo, y que unos años atrás, su empleo había sido el sueño rosado por el que había luchado tanto, pero que ahora sólo le representaba cansancio y una de las razones por las que quería un cambio drástico.
Lo cierto es que la supuesta búsqueda de la felicidad nos hizo infelices y a veces creo que nosotras mismas en el afán por sacarle el jugo a la liberación femenina, nos jodimos al querer abarcarlo todo, en un esfuerzo por tener una “vida plena” en lo profesional, amoroso, familiar, social, económico y etc., etc.
Si bien, la presión de afuera es grande, y es mayor todavía esa presión que ejercemos sobre nosotras mismas, por eso muchas nos comportamos de forma neurótica, perfeccionista o ansiosa… o quizá todas las anteriores. Y como dice una canción de música popular colombiana: “Eso no es vida no, no, no eso no es vida”
El bendito estrés
Es la llamada enfermedad moderna, que se puede experimentar de diversas formas y aparece en determinados momentos como una reacción ante los retos o cambios. Exceso de trabajo, sobresalto al no poder manejar ciertos escenarios, rabia cuando las vainas no salen como se quiere, frustración y hasta malparidez. Hay un tipo de estrés que es catalogado como “usual” y es el que surge de manera esporádica como respuesta del organismo ante situaciones detonantes, pero también sucede que se puede volver crónico, cuasi permanente y llega para quedarse pues no sólo se manifiesta en períodos álgidos, sino es la preocupación constante que te acompaña desde que te levantas hasta que te acuestas (si es que puedes dormir), y allí empieza el suplicio.
Me pasó como a muchas personas de este planeta, este cuerpecito latino empezó a sufrir las consecuencias de tanto voltaje: dolores de cabeza, síndrome del colon irritable, tensión en la espalda, entre otros males del siglo XXI.
Mi cartera además de guardar las llaves del apartamento, el móvil y el maquillaje, también incluía unas gotas de valeriana con pasiflora, una pelota antiestrés, una bolsita de marcadores y la libretica para colorear mandalas que me regaló una amiga hipster (que por cierto nunca he usado) y para cerrar con broche de oro aquel botiquín de la nueva era, en mi lista de contactos premium está el número de mi coach que hace las veces de paño de lágrimas cada vez que me da la chiripiorca, el de mi médico bioenergético que me manda tratamientos ayurvedas y el de la señora Betty mi masajista que me desajusta el cuerpo y 40 minutos más tarde me lo vuelve a ajustar dejándome aporreada pero como nueva.
Eso es puro estrés, nos decimos las unas a las otras, en una tarde de tertulia y café. Y el tema de conversación no son nuestros proyectos, la película de moda o los amantes con apodos particulares; hablamos de nuestras dolencias, de los males que nos aquejan a cada una, por ejemplo, a mi amiga Luna le dan dolores de garganta, a Rochy le dan migrañas y hay días en que a Carla todo le saca la piedra.
El resumen del problema es que nos volvimos reactivas y no preventivas, cuando ya estamos que no podemos más con el mundo es cuando intentamos calmar con pañitos de agua tibia toda esa tensión acumulada y de manera desacertada queremos aplacar los síntomas sin profundizar en cuáles son los detonantes que los causan.
Una de las cosas que más genera estrés es la presión por alcanzar el éxito y a veces perdemos tiempo valioso tratando de ser algo que en el fondo no queremos. Por muchos años luché por ser una ejecutiva exitosa, era la primera que llegaba a la oficina y la última que me iba pero lo que logré con esto además del apodo de www.intensa.com fue llevarme al límite, fastidiarme y cansarme, hasta que un día hice lo impensable y dejé esa vida, no fue fácil, pero cuando lo hice no miré hacia atrás.
En vez de buscar el éxito decidí buscar mi bienestar.
Cuando empecé a ser yo misma la cosa fue más relajada y divertida.
Y en esas sigo…
Valeria DeBotas
www.instagram.com/valeriadebotas/
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