Reflexiones sobre la tusa
Sólo después comprendí que era natural vivir ese período y que era inevitable sentirme mal por algún tiempo...

Mis primeras tusas fueron terribles pues siempre me transformaba en un alma en pena cual patasola que vaga errante por las noches solitarias. Por tanto, el fin de cada historia de amor representaba un duelo de meses y hasta años. Con litros de lágrimas, botellas de vino, reproches y cartas llenas de odio. Días melancólicos, días rabiosos, días culposos y toda esa mierda que uno tiene dentro y que no quisiera estar viviendo.
Tomé sedantes, me corté el cabello, me mudé de casa, me cambié de ciudad, pero el desasosiego se mantenía allí. Estaba montada en la película del sacrificio Maya y de vivir un despecho a corazón abierto porque al final era yo la que me negaba a soltar e insistía en arrastrar el peso de mi amargura a donde quiera que iba, hablando siempre de lo mismo y sin ganas de hacer algo productivo.
Sólo después de mi tercera tusa comprendí que era natural vivir ese período y que era inevitable sentirme mal por algún tiempo, no obstante, dependía de mí seguir adelante y no dejarme embargar por sentimientos derrotistas que ni mi mamá, mis amigas, o mi estilista con un cambio de look podrían sacarme del estado en el que me encontraba si yo no tenía la voluntad de levantarme. A estas alturas del paseo no necesitaba consuelo sino una cachetada que me hiciera reaccionar. Como leí en un libro, “dejar de sufrir es una decisión propia”.
Luego aprendí que no debía sentirme como una fracasada cuando mis relaciones románticas no resultaban como yo quería pues todo lo que hacemos en esta vida es ensayo y error, consiste en probar, equivocarse, aprender y mejorar. También porque los ciclos son así, tienen un comienzo y un final, porque la transitoriedad siempre estará presente en todo lo que experimentamos, aunque sólo se perciba de manera consciente en ocasiones como estas cuando se cierra el capítulo de nuestra historia junto a alguien.
Y si mi cabello actual es más corto, si ya tengo otro trabajo y las cortinas de mi casa ya no son beige sino verdes, es sólo una demostración de que todo cambia y que nada se mantendrá igual a como inició, entonces ¿Por qué el amor habría de ser la excepción? Lo que no quiere decir que no duela porque sería una gran mentira que ni yo misma me la podría tragar, pero claro está que siempre habrá formas de hacer más llevadera la vaina. Y como toda transición requiere de un proceso.
Y siempre es importante recordar que lo que se acabó fue la relación, no tu amor propio.
Valeria DeBotas
www.instagram.com/valeriadebotas/
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