La chica del fénix tatuado
Juzgar a una persona no define quién es ella, define quién eres tú.

Escrito hace 12 años
Esto sucedió hace muchos años, cuando solía vestirme de negro, me pintaba los ojos como Roberth Smith el vocalista de The Cure y me calzaba un par de botas militares color morado; pero lo más interesante es que exhibía mi particular atuendo en la calurosísima y tradicional ciudad de Cartagena.
En una tarde de desocupe, una amiga me pidió el favor para que la acompañara a donde su médico de cabecera, cuyo consultorio quedaba en uno de los barrios pupi de la ciudad. Cuando llegamos al sitio completamente blanco e inmaculado, era obvio que mis 3 tatuajes y estilo tropigótico rechinaban, pues al igual que un comercial de un reconocido banco, me encontraba en el lugar equivocado.
Para completar la historia, el famoso doctor era un snob prejuicioso que me miraba de arriba abajo con asombro, este tipo en un gesto de “caridad” decidió darme un consejo sin que yo se lo pidiera:
“Niña, Usted tan bonita para que se hizo esas vainas en sus brazos, se ha dañado la vida… Imagínese usted siendo la señora del alcalde y con tatuajes, que pensaría la gente…”
Yo, que en ese tiempo era más acida y alebrestada, le lancé la respectiva torcida de ojos y con voz medio colérica le respondí:
¿Y es que acaso a mi me interesa ser la esposa del Alcalde? Mi sueño no es ser la señora de… Tal vez y si me diera la gana podría llegar a ser una Alcaldesa... y mostraría mis tatuajes.
Moviendo el pelo y azotando puerta, me retiré del lugar. Mi amiga que era una oveja blanca políticamente correcta se había puesto roja de la vergüenza, pero ya me conocía y por eso no le pareció extraño que saliera con un tiro de ese calibre. (Además ella se lo buscó por invitarme a un plan tan aburrido )
Aunque ya pasaron más de 10 años desde aquel entonces, les quisiera contar que: No caí en las drogas, que todavía no he sido Alcaldesa pero si una ejecutiva pilosa y en ascenso, y que a pesar de las suplicas de mi mamá, no me he borrado los dibujitos que hay en mi piel. Y que analizando la historia, sin necesidad de ser pitonisa, puedo advertir que desde culicagada pintaba lo que iba ser, pero no solo por las botas moradas, sino porque desde siempre me aterró que algunas personas vean a las mujeres como un adorno que se cuelga del brazo de un hombre y lo peor es que juzguen a un libro por su portada, en mi caso, a una chica por sus tatuajes.
Valeria DeBotas