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¿Y qué pasa después del final feliz?

Encontrar pareja no es el desenlace de la película, ni de la existencia, porque la historia continúa más allá del beso que se dan los tortolitos mientras se diluye la escena en la gran pantalla..

En estos días tan fríos se ha vuelto un plan recurrente eso de hibernar, por tanto, dejo los botines y los vestiditos en el armario, cambio los mojitos por una taza de café bien caliente y me pongo el pijama de teletubbies, disfruto de mis cobijas térmicas, con mis dos gatas, con carbohidratos y maratón de series o películas, a veces me acompaña el prospecto, a veces se vuelve plan de aquelarre con las amiguis, y a veces lo hago sola.


Habrá ocasiones en donde prefiero ver vainas medio intelectuales, quizá algo de cine independiente con historias crudas, de ritmo lento y hecha en países que no sabía que existían, pero habrá otros días en los que ando mimada y se me da por hacerle un homenaje al amor, pero al “amort” enlatado y artificial de algunas comedias románticas… lo reconozco es mi placer culposo que contiene todos los ingredientes que me fastidian, pero que sirven para pasar el rato cuando no quiero pensar en nada.


Lo sé, son productos prefabricados donde no puede faltar la heroína, representada en una soltera neurótica, bonita, torpe y con muchas responsabilidades, cuyo círculo cercano y lejano le vive recordando que no tiene pareja. Otro personaje infaltable es el compinche gracioso que puede ser el típico amigo confidente-gay o la típica mejor amiga (menos atractiva que la protagonista), que le aporta la cuota chispeante al film. También están los rascacielos de New York, los cafés bohemios llenos de flores, los bares de moda, o el imponente paisaje de cualquier ciudad gringa, y por último se encuentra el galán, de ojos expresivos, abundante cabello, cuerpo atlético y carismático que se enamora de la neurótica. (Oh sí que afortunada es la soltera que por fin encuentra a alguien que se la aguante #Sarcasmo)

En mi hibernación del fin de semana pasado, me vi una de esas pelis estilo “Hallmark Channel” que a mi parecer fue de las más clichés que existen, como si hubieran mezclado el sobrante de los diálogos y estereotipos de todas sus predecesoras. Era algo así como el frankenstein de las comedias románticas, (sin embargo, me la vi completica…#MeaCulpa)


El tipo era un súper yuppie, un hombre de negocios radicado en Nueva York y ella era algo así como una ingeniera agrónoma con jeans y botas vaqueras, que vivía en las verdes praderas de Iowa. Para resumir el cuento pues no me interesa hacer una reseña de la película, me voy directo al giro dramático y a su desenlace; sus protagonistas tienen una gran discusión y se distancian por algún tiempo, luego se dan cuenta que se aman locamente, que el pasado no pudo sepultar lo que sintieron alguna vez, bla, bla, bla, y entonces cada uno dejó a sus respectivas parejas y tarannn se casaron.


Y sí, todo eso muy lindo, muy maravilloso, muy cuento de hadas del siglo XXI, pero mi pregunta es ¿qué pasó después del final feliz?, porque a mi parecer obviaron algunos detalles bien importantes, por ejemplo, como carajos van a hacer para acoplar sus agendas, si cada uno administra un mundo bien diferente, ¿Se irá ella para New York y dejará su plantación de maíz? O ¿Desistirá de aplicar a esa beca que tanto anhelaba? O acaso, él renunciará a su traje de diseñador, ¿limosina y a su trabajo en Wall Street para irse a vivir a una linda casita de campo?, ¿Se seguirán queriendo, aunque a ella se le caigan las tetas?, o ¿Cuándo al susodicho le salga papada y deje de parecerse al Tom Cruise de los tiempos de Top Gun?, que pasará si alguno de los dos quiere tener hijos y el otro no, que pasará cuando el uno le eche la culpa al otro por cualquier vaina que hizo o dejó de hacer. En qué momento se acabará la etapa de idealización en la que deberán enfrentarse a la realidad y peor aún, que sucederá cuando la cotidianidad los abrume, cuando llegue el paso o el peso de los años a afectarlos, como a todos los mortales del planeta tierra que deciden compartir sus vidas.


Encontrar pareja no es el final de la película, ni de la existencia, apenas es un nuevo comienzo, porque la historia continúa más allá del “The end” y del beso que se dan los tortolitos mientras se diluye la escena en la gran pantalla, pero suele ocurrir que nos empecinamos en enaltecer la novelesca tarea de encontrar el amor, como si todos los esfuerzos divinos y humanos acabaran cuando se da “sí”, como si la existencia se congelara en una imagen de perfección. Y no señoritas, después es que empiezan otras aventuras, que no son ni buenas ni malas, sino reales, y es aquí cuando se deben comprender las discrepancias del sujeto que tienes en frente y que este a su vez entienda las tuyas, es aprender a negociar los espacios para que ninguno se asfixie, es mantener la llama viva, es saber escuchar al otro, es respetar su opinión a pesar de no estar de acuerdo en muchas cosas, es generar un ambiente de confianza y honestidad. Lo sé de primera mano porque he pasado por varios estados civiles (menos el de viudez).


Y por esa misma experiencia que he tenido, tampoco puedo negar que un amor de pareja llevado con madurez es demasiado lindo, porque se ve la vida como si fuera un viernes, se usan otros lentes y se siente muy bien eso de ser importante para otro, y porque mi crítica no es para el amor, sino para la idealización que hacemos del mismo, porque si bien es maravilloso, está muy lejos de ser una utopía.


Le inyectaron esteroides al mito y con la azucarada frase de “y vivieron felices”, nos vendieron la idea del romance eterno y perfecto, una especie de contentillo para hacer menos dura la cotidianidad, pero la verdad es que el amor no puede ser ni eterno ni perfecto, porque los seres humanos no lo somos y nuestras relaciones son un reflejo de lo que tenemos dentro.


Y si entendiéramos desde niñas cómo funcionan las cosas, nuestra vida sentimental seria menos dura, porque las veríamos desde la posición de una fémina adulta, empoderada y con las botas sobre la tierra, no desde la visión de una niña soñadora y dependiente, que busca a ese alguien ideal que le señale y de sentido a su camino. Si entendiéramos desde niñas cómo funcionan las cosas, sabríamos a qué atenernos y la certeza no nos golpearía con toda su fuerza, cuando a punta de porrazos dejamos de fantasear y vemos a la situación o al tipo tal cual y como es, porque resulta que está lejos de ser un príncipe azul o de parecerse al Hugh Grant de Nothing Hill, solo es un ser humano que no tiene ni corona, ni acento británico, y que sus virtudes infladas fueron producto de nuestros deseos. Y que aquello que siempre hemos esperado con ansias, o sea un cuento moderno de hadas, simplemente no existe, porque ya perdió vigencia ¡hace más de 4 siglos!, pero que gracias a algunas novelas, canciones y comedias, se sigue reafirmando y perpetuando aunque vaya en contravía de las historias y mentalidad posmoderna.


Porque las verdaderas relaciones nacen de personajes bastante complejos (incluyéndonos), que tienen que lidiar con su pasado y que tratan de desenredar su presente, que por lo general buscan su destino y alegría en lugares equivocados. Y por supuesto, sus rollos no se van a desenmarañar tan fácil como en ocasiones se muestra en el cine, puesto que hora y media de película no alcanza.


Quiéranlo o no, nuestras historias de amor no se parecen a las cintas rosa gringas. En mi caso, me he montado en bastantes aviones y nunca jamás, he tenido la fortuna de sentarme al lado de un tipo con madera de prospecto, mis compañeros de silla, han sido más bien, algunas viejitas, gente que huele maluco o niños hiperactivos. Y las veces en que mis bolsas de mercado cayeron desparramadas por el suelo, nunca jamás apareció por arte de magia ese galán de 1.80 a ayudarme a recogerlas y mucho menos intercambiamos números. Nuestras historias de amor son más bien la suma de las decisiones que hemos tomado y de los sentimientos que irradiamos al mundo.


Son interesantes los films románticos con segundas partes, que así no lleguen a ser tan buenas o taquilleras como su predecesora, tienen algo muy valioso y es que atrevieron a mostrar un poco de sinceridad, porque los finales felices prefabricados, no existen, se llaman finales a secas, porque la felicidad se construye, y es más bien el compromiso diario de quienes aceptan edificar algo en pareja, que no es algo fantástico, o del destino, o del azar, es una determinación que se toma, y que así carezca de perfección, no quiere decir que no sea emocionante, valiosa o enriquecedora.


Otro punto es que hay períodos en donde nos obsesionamos en buscar ese desenlace de ensueño, sin pensar en el resto de los días, como si ese momento definiera todo lo que somos. Ojo, que nadie le está quitando el mérito a las relaciones, sin embargo, no es el epicentro ni el único aspecto por desarrollar en la vida.


Aunque seguiré viendo mis odiadas y amadas comedias románticas, soy consciente y las separo de la realidad, porque yo elijo hacerme responsable de escribir mi propio guion, porque todo empieza por mí, pues mi alegría no tiene que ver con la ficción, y va más allá de estar soltera, casada o arrejuntada, la conclusión es que yo soy mi final feliz, lo que venga después será ganancia.


Valeria DeBotas

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¿Y tú, sientes que necesitas un love detox?



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