Y si no quiero ser madre
La maternidad es una elección y no una obligación, ni siquiera debería dar explicaciones sobre la decisión que he tomado.

Publicado en octubre de 2014
Que tenga útero, ovarios y vagina no es suficiente motivo para que yo me convierta en madre, creo que a la gente se le olvida que también debe existir la vocación y ese fuerte deseo de traer una personita al mundo, deseo que por supuesto yo no tengo y esto no me convierte en anormal o rara, solo soy una fémina que escogió otro camino, que no es mejor o peor, simplemente es diferente. Soy de las que piensa, que una mujer no necesita ser madre para realizarse y en lo personal no quisiera tener bebés mientras exista tanta violencia, reggaeton y Kardashians.
Y aunque no haya estado presente en la repartición del instinto maternal, no quiere decir que no respete semejante labor, pues sería una completa malagradecida con el ser más maravilloso del universo: mi mamá. Asimismo tengo muchas amigas con hijos y veo con admiración todo que lo que hacen por ellos. Entiéndase bien, mi crítica no es hacia la maternidad sino a la presión social y a aquellas personas que no han comprendido todavía, que tengo la libertad de decidir qué hago con mi vida.
Discrepo de esos cuentos de terror que me inculcaron en el pasado, con la triste patraña que a partir de cierta edad, empieza la cuenta regresiva y que mi valor como mujer va en detrimento, si no realizo ciertas cosas que la sociedad retrograda espera de mí. Yo por el contrario siento que estoy en el mejor momento de mi vida y con cada año adquiero experiencia, encanto y madurez. Era maravillosa cuando tenía 25 y sigo siendo maravillosa ahora en mis 33. Valgo por el simple hecho de respirar, independientemente si me caso o no, si tengo hijos o no, así de sencillo.

En ocasiones se me sale lo bruja y reconozco que lanzo miradas con truenos y centellas hacia la mesa contigua, cuando aparecen infantes hiperactivos que pareciera que hubieran comido 10 kilos de azúcar y cuyas voces agudas podrían romper los vidrios del restaurante. Del mismo modo, cuando tengo vuelos largos, cruzo los dedos para que no me toque cerca un nene llorón. Sin embargo, disfruto mis períodos chéveres de Hada Madrina, donde juego con ellos, les invento fábulas mágicas y carcajeo a montones. Según mis sobrinos, soy lo máximo, y la razón es porque nos gozamos por raticos y con dosis moderadas. Mi paciencia no me da para ser madre, pero si me alcanza para ser una buena tía.
Cuando me dicen “Te vas a perder de la felicidad más grande que puedas llegar a sentir”, yo les explico, que la felicidad es un concepto relativo y que para mí se traduce en dormir hasta tarde los domingos, o coger una mochila e irme de viaje a cualquier lugar sin darle explicaciones a nadie. Cada persona es diferente y por ende sus prioridades son diferentes. ¡Por favor dejemos los lentes rosados por unos instantes! Y si, criar un hijo puede que sea una experiencia trascendental, pero eso no quita que vuelve la vida más dura.
Luego de declararme representante de la generación NoMo (Not Mother), me han llamado egoísta, amargada, vanidosa y hasta perezosa, sin embargo pocos me han dado las gracias por mi sensatez y por contribuir a un mundo menos sobrepoblado. Porque la verdad, es que el planeta está lleno de niños y niñas que sufren de desamor, hambre y falta de oportunidades, debido a que algunas personas irresponsables, como dice la canción de Franco de Vita, se equivocaron en la cuenta, o los tuvieron por razones desacertadas y luego los abandonaron a su suerte. ¿Saben qué? esta sociedad no necesita de máquinas produce bebés sino de buenos padres y madres.
Así que no insistan… es mi cuerpo y la decisión es mía.
Valeria DeBotas
www.instagram.com/valeriadebotas/